Bojack Horseman

El críptico filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein comentaba que si un león pudiera hablar,

no podríamos entenderlo, argullendo la hipótesis de que las palabras en sí mismas no transmiten significado, sino que expresan una intención que se ajusta a una situación particular que tiene lugar dentro de una cultura y una experiencia compartidas.

 

No sabemos si  Raphael Bob Waksberg creador de la ahora exitosa serie sobre un caballo en el ocaso de su carrera, se haya complicado con las investigaciones filosóficas del pensador

austro-británico, como si, que después de un arranque en falso con una mediocre primera temporada, Bojack Horseman se convirtió no solo en el éxito deNetflix sino en el mejor ejemplo de antropocentrismo animado del tóxico y buenista ambiente de la siempre frívola Hollywood

y sus alrededores.

 

El equipo de guionistas del show supo infundir suficiente patetismo, situaciones hilarantes y corrección política no solo en el personaje principal sino en los otros “animales” y humanos que le rodean, para que durante las seis temporadas restantes como espectadores nos olvidaramos de que Bojack y la falsedad moral y profesional de su entorno, sean cualquier cosa, menos seres

de carne y hueso del jet set que quiere hacerse con la voluntad colectiva de un mundo adicto a

su poder mediático y a sus rebuscados argumentos pseudo académicos.

 

Recomendamos esta comedia sobre las luchas de una estrella decadente de la televisión, que progresivamente descubre que navega en un océano lleno de puros oportunistas, junkies, alpinistas sociales, una familia fragmentada y mucha gente idiota; la misma que con todo pretende cambiar su vida, porque en el medio de tanta enajenación mental y estupidez solo alguien con un cuerpo bípedo con una cabeza equina llena de mucho cinismo nihilista, podría distanciarse objetivamente de toda la artificialidad en la que, como a muchos de nosotros, se le ha insertado sin consultarle.